Mi eterno antojo
- Carlos Pinto
- 16 feb 2022
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 8 jun 2023

Me provocan... tus ojitos azorados que pasean los bocetos de figuras minervinas que recreas casi a pulso y encoloras con comandos entre balbuceos morfeanos.
Por hablarte del Olimpo y de los Dioses anticuados, despertándome en tu pecho con tu cabello mojado, recordé que estaba vivo al encontrarme a tu lado y soñé con un futuro que me tiene deslumbrado.
Tú, mi Demeter septembrina, la que acalla el otoño con un verdecer taciturno, con cordonazos de agua dulce y crepúsculos amañados.
Tú, mi Afrodita efervescente, la que desafía mis complejos y me diluye con besos, con palabras risueñas y apasionantes hipidos.
Tú, mi Perséfone felona, la que me rescata del olvido y del sueño profundo con senderos invariables, con sentencias inmutables y promesas pitonisas.
Tú, mi Hera deambulante, la que encuentra en nuestro amor el único lecho confortable, con nuestros calores corpóreos, con nuestros cantares afables.
Tú, mi Semíramis alarife, la que construye en mis ocasos ocasiones con oportunas trivialidades, con carcajadas hacinadas en cómplices miradas, con coincidentes palabras que demuestran un dialecto tuyo y mío.
Me provocan... tus palabras azarosas a las 3 de la mañana, tus deseos tempranito que se escuchan tan bonito, tus bailecitos a las 8 entre las clases de la tarde y el trasnocho del trabajo, tus sueños a las 12 cuando tus ojos se cierran y tus labios me estampan el inicio de un nuevo día a tu lado...