Mi gran error
- Carlos Pinto
- 16 feb 2022
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 8 jun 2023

Hoy te perdí, te perdí como cada día te pierdo al despertar... Porque abrir mis ojos es cerrar los tuyos, es no verte más.
Te perdí mientras te odiaba en ese afán mío de ver mis demonios en ti, en creerte mi enemigo, en sentir que me apuntabas.
Tanto amor que te tenía, que te tengo... no me explico el motivo por el cual buscaba tu muerte en mi vida y te alejé tantas veces cuando solo quería abrazarte.
Cometí la torpeza de creerte infinito, de que aún a pesar de mis constantes flagelos, te mantendrías ahí como si de adorarme se tratase tu vida.
Fui ajena en tus labios y no merecí tus besos y aún así, te refuté el ya no verme más reflejada en tus ojos.
Fui cruel sin saberlo, creyéndome con el derecho de hacerte mi propiedad por el hecho de haber salido herida por mis propios errores.
Te hice daño con alevosía y sin querer al mismo tiempo, porque aún a sabiendas de tu sufrimiento, fui capaz de exigirte que me amaras.
Creí ser la sabia más conocedora y pretendí con completa ausencia de humildad que yo tenía que enseñarte algo, que tenías que aprender de mí. Y fui orgullosa, cohibiéndote de demostrar todo lo que tienes para dar.
Te subestimé cada día, creyendo que me debías algo más que el oxígeno que respirabas. Te creía endeudado, atado a mí por una gratitud injustificada. Te daba migajas y te exigía caviar.
Pensé que tus heridas eran poca cosa y que se curaban con mis labios, como aquellos cuentos del sana sana.
Una ingrata, eso fui. Jamás te agradecí por quedarte ni por esas noches de desvelo. Jamás me importaron tus tiempos ni te agradecí porque entendieras los míos.
Gritaba por tonterías, porque subir mi voz te hacía bajar la cabeza y eso me daba la falsa creencia de que tenía el control.
Obligado a ser mi cómplice en mis peores fechorías, sin preguntar mucho, sin opinar nada. Atado de manos, pero sobre todo de mente. Te hice tan débil que no podías gritar.
Secuestré tus sentidos y te condicioné a mis aplausos, haciéndote ver al caballero armado cuando solo fui tu dragón.
Te maltrate hasta el cansancio, no por maldad sino por maldita...
Mi peor error no fue haberte perdido...